IGR: 2988. Versión: 1. Rima: é. Hemistiquios 30.
Chile s. l. (Chile)
A la quinta, quinta, quinta    de una señora de bien,
llega un lindo caballero    corriendo a todo correr.
Como el oro es su cabello,    como la nieve su tez,
como luceros sus ojos    y su voz como la miel.
Que Dios os guarde, señora.    Caballero, a vos también.
Dadme un vasito de agua,    que vengo muerto de sed.
Fresquita como la nieve    caballero, os la daré,
que mis hijas la trajeron    al tiempo de amanecer.
¿Son hermosas vuestras hijas?    Como el sol de Dios las tres.
¿Dónde están, que no las veo?    Cada cual en su quehacer,
que así deben estar siempre    las mujercitas de bien.
Decidme ¿cómo se llaman?    La mayor se llama Inés,
la medianita Angelina,    la más pequeña Isabel.
Decid a todas que salgan,    que las quiero conocer.
La mediana y la pequeña    a la vista las tenéis,
que por veros. han dejado    de planchar y de coser.
La mayor, coloradita    se pone cuando la ven,
y ésa está en su cuarto, cose    que cose, y vuelta a coser.
Lindas son las dos que veo,    lindas son como un clavel,
pero debe ser más linda    la que no se deja ver.
Que Dios os guarde, señora.    Caballero, a vos también.
Y se marcha el caballero    corriendo a todo correr.
A la quinta, quinta, quinta    de la señora de bien,
llegan siete caballeros,    siete semanas después:
Señora, buena señora,    somos los criados del rey,
que hoy hace siete semanas    vino aquí muerto de sed.
Tres hijas como tres rosas    nos ha dicho que tenéis:
venga, venga con nosotros    ésa que se llama Inés,
ésa que coloradita    se pone cuando la ven,
que allá en los palacios reales    va a casarse con el rey.
Comentario de V. C. : Tengo de este romance cinco versiones, sin variantes dignas de notarse. El texto que reproduzco no es el de ningúna de ellas, sino el publicado con el título de Cuento infantil por la fenecida revista chilena El Mensajero del Pueblo, año 1, p. 326, que ha sido indudablemente el que se propagó. He hablado con algunos de los pocos colaboradores sobrevivientes de aquella publicación, sin lograr saber nada del origen de este romance, que tampoco encuentro en ningún libro español. No lo creo chileno; pero sí moderno, y acaso usado en algún juego de niñas, como el que en Chile comienza: Hilo de oro, hilo de plata, / vamos ju` ando al ajedrez; que en España se canta a veces así, con una repetición inicial muy parecida a la del romance en que me ocupo: A la cinta, cinta de oro, / cinta de oro de un marqués . . . . . Como la divulgación del romance de Las tres hermanas es de poco tiempo, y la mimosa poesía se graba fácilmente en la memoria, las versiones que he recogido, aunque procedentes de diversas provincias, reproducen con bastante fidelidad el texto que publico, y no es necesario insertarlas.    
